jueves, 9 de julio de 2009

POLITICA CULTURAL DEL ESTADO PERUANO

Si el concepto de cultura se refiere a las formas de ser, sentir, pensar y actuar de los seres humanos, se deduce que la cultura es la interacción entre personas y entre éstas y su entorno. Se trata del comportamiento de los seres humanos consigo mismos y de la forma como su actividad afecta al territorio que ocupan. Todo eso está asociado con las pautas de convivencia y realización plena de los pueblos y su búsqueda del bienestar colectivo e individual, lo que históricamente se traduce en las condiciones sobre las que se asientan sus posibilidades de desarrollo.

La historia muestra la relación directa que hay entre los procesos que dan lugar a la cultura de los pueblos y la manera como ellos generan las formas diferenciales que aparecen entre unas generaciones y otras y las que se dan en territorios distintos. Nunca la cultura es la misma, cambia con el tiempo y en el espacio y nada es mas falso que intentar congelar las formas culturales en nombre de la preservación de las tradiciones. Eso quiere decir que los pueblos cambian sus formas de sentir, pensar y actuar en función de las condiciones históricas a las que se hallan sometidos.

Gracias a ello, la historia de un país -que no es otra cosa que el conjunto de las experiencias por las que éste ha pasado- constituye un patrimonio cuyo valor reside en su capacidad informativa sobre los procesos, eventos y personas que dieron lugar a los contenidos y formas particulares de su existencia vigente.

Estamos en el Siglo XXI. El planeta, en su conjunto, está afectado por un modelo globalizador que se sustenta en los logros que la humanidad ha acumulado a lo largo de la historia, desde múltiples vertientes, y que, si bien es general a todos los pueblos del mundo, tiene su núcleo de irradiación en un conjunto de países entre los que el Perú no está.

Este modelo globalizador es el resultado de un largo proceso de más de 500 años de expansión europea y, por lo tanto, tiene como fuente primaria la experiencia acumulada por la cultura de occidente, enriquecida con todo aquello que fue asimilado del patrimonio de otros pueblos del mundo -incluido el peruano- en el curso de dicha expansión.

Esa matriz, de origen europeo-occidental, se insertó en el Perú como parte del proyecto colonial hispánico, en el siglo XVI, y se consolidó como extensión de la política expansiva -también colonial- de la Europa industrial del siglo XIX. Por eso, apareció y se desarrolló como un modelo impuesto desde el exterior e implicó la disolución de muchas de las formas propias de este país, que se habían desarrollado, de manera autónoma, durante varios milenios tanto en la vertiente andina de sus comportamientos, como en la amazónica.

La imposición del proyecto colonial representa el abandono progresivo de los recursos y medios nativos, largamente experimentados y adaptados a las formas y condiciones del medio ambiente andino y amazónico, reemplazándolos con recursos y medios importados de ultramar, procedentes de otros ambientes y condiciones. Eso implicó el trastorno del patrimonio cultural, acumulado durante algo más de 10,000 años, y la búsqueda de adaptaciones y adopciones de las formas propias de la matriz colonial, de origen básicamente europeo.

Este proceso tuvo costos muy altos para el país, que vio progresivamente abandonada su infraestructura productiva, empobrecidas sus tierras y menguada su población. Su cultura pasó a formar parte de la marginalidad del proyecto colonial y una nueva cultura, dominada por la imitación y reproducción -no siempre feliz- de los logros foráneos, fue invadiendo la manera de ser, sentir, pensar y actuar de los peruanos.

Eso indujo a considerar indeseable la condición nacional indígena, propiciando, después de la Colonia hispánica, un proyecto político nacional criollo, que introdujo la noción de la modernidad occidental como única posibilidad de futuro.

Esa manera de pensar y sentir, provocó un síndrome de graves alteraciones de la conciencia colectiva, cuyas demencias hacen que las mayorías -de clara filiación nativa- se sientan avergonzadas de su condición étnica y nacional, y muchos de sus miembros busquen afanosamente refugio en la mentira, la agresividad, la deshonestidad y otras formas de violencia.

Pero si bien esa fue la característica dominante del siglo XX, en su segunda mitad se inició un proceso de consecuencias significativas. Por varios factores, desde 1950 se produjo una masiva migración del campo a la ciudad, que ha generado un crecimiento muy grande de la población urbana. Ese nuevo componente masivo de las ciudades, formado por un ejército de marginados rurales, expatriados de la civilidad desde el siglo XIX, ha ido incorporando, en su existencia y la de sus hijos y nietos, ciertas condiciones de la vida urbana, tales como el acceso a la educación y el incremento de sus derechos civiles, aunque en muchos casos esos beneficios tengan el alto costo de la miseria. La condición urbana es parte fundamental de la promesa de vida criolla, convirtiendo en ciudadanos hispanohablantes a sus pobladores, que buscan en la ciudad la salida a su previa discriminación y maltrato.

La ciudad peruana ha cambiado de rostro desde entonces, y los sones y colores del campo son más oídos y vistos. El proyecto nacional criollo no ha sido abandonado, pero ya no es el paradigma único. Sin duda, hay cambios en las maneras de sentir, pensar y actuar. Estando eso en curso, el proceso de “globalización” confronta un espectro social de alta sensibilidad a los cambios y propuestas, que se expresan de diversa forma en los varios niveles de la civilidad, afectando creencias religiosas, costumbres de trabajo y bienestar, gustos musicales, prácticas deportivas y múltiples formas de institucionalidad.


CULTURA Y DESARROLLO

El Perú confronta, en esta etapa de su historia, serias deficiencias en las condiciones de vida de sus habitantes. Así pues, uno de los principales temas de preocupación es la demanda de cambios en las estrategias para el desarrollo.

Tales estrategias estuvieron y están asociadas a un proyecto centralista de corte exportador, que prioriza el crecimiento del mercado externo y, por tanto, de sus enclaves urbanos costeros. Eso provoca un desarrollo lento y desigual en el resto del país, que tiene como alternativa la migración a la costa, en especial a ciudades que, como Lima, concentran cerca del 30% de la población total del país.

La oferta urbana desarrollada en la segunda parte del s.XX, es la expresión más dolorosa del síndrome colonial de nuestra cultura. La ciudad populosa llena de atractivos, que se satisfacen con recursos de alta tecnología y costos incontrolados de energía y recursos transformados, es -en nuestros países- una ostentosa imitación del desarrollo urbano de Europa y Estados Unidos, donde son producto del crecimiento de un mercado interno suficiente como para apoyar su desarrollo sostenido. Nuestro esquema económico exportador, jamás permitió el desarrollo de un mercado interno con capacidad para sustentar la formación de ciudades, comerciales e industriales, superiores a las que podían sostenerse con una base agrícola de rango apenas superior a la subsistencial. La ciudad peruana actual es fatua y por eso es la matriz de la pobreza en el Perú. Su oferta de futuro es la violencia y el desarraigo. Las estrategias urbanas convocan a un bienestar falso, con promesas distantes, que inducen a la alienación como primer recurso de vida.

Los lineamientos de política que están detrás de dichas estrategias, incorporan a la cultura sólo como un producto más del mercado externo, con prescindencia de la importancia que pueda o no tener en otros aspectos diferentes al mercado, como pueden ser la mejora en las condiciones de la producción y el trabajo, la elevación de los bajos niveles de autoestima de la población, el mejor uso de los recursos naturales y humanos y, por cierto, la distribución equitativa del producto nacional entre las diversas regiones del país, con prescindencia de su grado de dificultad en el acceso a sus conexiones con las redes del mercado externo.

Si la cultura es la manera como el ser humano se comporta consigo mismo y con el medio que habita, una de sus características será, en el Perú, la diversidad regional y local. Esa diversidad es el resultado de la manera particular como cada población crea y maneja los medios que permiten la optima utilización de sus recursos naturales, lo que se expresa en las múltiples formas de vida que conocemos a lo largo de su historia. La diversidad cultural no es anecdótica sino esencial, pues está asociada a las formas singulares que presentan las regiones en su manejo y productividad. No es el azar el que determinó que desde los lejanos orígenes del país, hasta nuestros días, las unidades regionales mantengan una imagen de frente cerrado a los múltiples proyectos y formas de unificación supra-regional que no sean compatibles con sus matrices primarias de comportamiento.

No ha existido, en el Perú republicano, una política que se beneficie de la diversidad regional para un proyecto de desarrollo nacional integral, que rompa con el centralismo y privilegie los desarrollos regionales basados en las unidades territoriales definidas por criterios de integración cultural a lo largo de la historia.

Si la definición de cultura que adopta este documento es válida, la definición del país, como pluricultural y multiétnico, debe integrarse con la base multirregional sobre la que debiera sustentarse su estructura política y económica.

Una política cultural multirregional hace posible someter al juicio de la diversidad los códigos y cánones de la globalización, lo que no ha ocurrido con las imposiciones del proyecto colonial y criollo, cuya desigual distribución afectó sólo parcialmente a las mayorías, beneficiando a las elites urbanas, cuyo paradigma ultramarino no se pudo ni podrá nunca satisfacer. Es sin duda, la fuente de la eventual competitividad del Perú, de cara a un mercado globalizado.


PLANES Y PROGRAMAS CULTURALES

Considerando que es concierto general el que el desarrollo sostenible de los países y el auge de la cultura dependen mutuamente entre sí y que uno de los fines principales del desarrollo humano es la prosperidad social y cultural del individuo y que el acceso a la participación en la vida cultural es un derecho inherente a las personas, el Gobierno está obligado a crear las condiciones necesarias para el pleno goce de este derecho universal, haciendo que la política cultural sea un componente central de la política de desarrollo, que promueva la creatividad y la participación general en la actividad cultural, reestructurando sus políticas a fin de conservar y acentuar la importancia del patrimonio histórico y la promoción de las industrias culturales, promoviendo la diversidad cultural y lingüística dentro de y para la sociedad de información y, finalmente, poniendo más recursos humanos y financieros a disposición del desarrollo cultural.

Por tanto, se propone definir una política cultural:

  • Que respete los derechos humanos, el derecho a la ciudadanía, a la libertad de creencias y prácticas religiosas, políticas y sociales de todos los habitantes del país y a la libertad de creación intelectual, artística, técnica y científica. Asumir el derecho a combatir la discriminación social, ideológica, racial, de género, de edad o de discapacidades físicas.
  • Que apoye los planes de desarrollo del país, en especial los que se orientan al bienestar social sostenido, partiendo de la noción de diversidad regional como meta para lograr la integración nacional, propiciando las iniciativas que favorezcan la búsqueda de soluciones a los problemas nacionales, regionales o locales.
  • Que incorpore la investigación científica y tecnológica como parte sustancial del desenvolvimiento cultural, con énfasis en el estudio y la innovación de los aspectos singulares de nuestro entorno material y cultural.
  • Que promueva la investigación, conservación y difusión del Patrimonio arqueológico, histórico y artístico, tomando nota del énfasis que debe ponerse en los restos de los periodos prehispánicos, debido a su carácter singular, único en la historia de la humanidad.
  • Que promueva y difunda la creación activa de la cultura de nuestro tiempo, sin discriminar su procedencia o credo, estimulando la producción y circulación de publicaciones, videos y otros medios de conservación y comunicación del conocimiento.
  • Que ligue las estrategias de desarrollo cultural con el turismo, facilitando el acceso a nuestros bienes patrimoniales y el trato con nuestras culturas, tanto a los visitantes extranjeros como a los nacionales.
  • Que propicie la creación, mantenimiento y desarrollo de museos locales, regionales y nacionales de historia natural, de arte, arqueología, historia y etnografía, ciencia y tecnología, de las actividades productivas y el trabajo, los deportes y otros, en todo el país, estimulando a los gobiernos locales y el sector privado a apoyar y desarrollar las iniciativas que se den en esa dirección.
  • Que comprometa a los medios masivos de comunicación, en la difusión de los valores patrimoniales nacionales y universales. Incorporar, en sus tareas de promoción de la cultura al sector publico y privado, invitándolos a participar en el diseño de estrategias y acciones en la conducción de una política democrática de la cultura.
  • Que favorezca el desarrollo de las industrias culturales en el país, en una línea de bienes y servicios que partan de contenidos propios de nuestra cultura, como productos peruanos altamente competitivos en el mercado, en la cinematografía, la radio, la televisión y otros.
  • Que ponga en práctica una opción descentralista de integración dentro del marco del reconocimiento del Perú como país multicultural, pluriétnico y multilingue.

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